Había una vez, hace muchos, muchos
años, en un lejano país, vivían un rey y una reina que tenían todo lo que unos
reyes podían desear; belleza, alegría, valentía, y un montón de súbditos que
les querían mucho. Eran muy felices en el amor. La reina era considerada la
mujer más bella del mundo, tenía un precioso cabello rubio y largo, un cuerpo perfecto, una cara preciosa y
todo precioso.
Todo el mundo
envidiaba al rey por haberse casado con esa chica tan guapa. Lo único que les
faltaba era tener un niño o una niña, para así, tener descendencia. Y pusieron
mucho empeño y al final lo consiguieron. Tenían todo lo que se podían
imaginar. Nació a así su pequeña
princesa.
Pero de repente un
día todo cambió, la reina cayó enferma. ¿Qué le podía suceder?
Tenía mucha
fiebre, y se encontraba muy mal, no podía levantarse de la cama y cada día
empeoraba
El Rey se dio
cuenta del estado de la reina y decidió pasar los últimos días de vida a su
lado. Atendiéndola y cuidándola en todo momento. La Reina sacó fuerzas para
hablar con su marido de algo importante que tenía que comunicarle y con voz
susurrante le dijo:
-
Esposo mío, antes de que acaben mis días
tengo que pedirte dos favores. El primero es que hables a mi hija de mi. Quiero
que me recuerde y que sepa lo mucho que la quiero. Para ello te pido que cuando
crezca le des tres cosas: una medallita de la Virgen, una rueca de hilar
pequeñita de oro, y su anillo de boda.
Y la
segunda cosa que te pido es que te cases otra vez. Todavía eres joven,
necesitas a una mujer, tener un hijo varón. Cásate con la mujer que quieras,
pero sólo te voy a poner una condición, que te cases con una, que sea más bella
que yo.
El Rey le prometió las dos cosas.
Pasaron los años y
la princesita iba creciendo y todo el mundo decía que era clavadita a su madre.
Tenía el mismo cabello rubio,
tenía las misma carita y
los ojos del mismo color, verdes. Los consejeros se estaban dando cuenta
de lo rápido que pasaba el tiempo y de que el Rey necesitaba tener un hijo
varón para tener descendencia.
EL Rey habló con
sus consejeros y les dijo: Tengo
que tener hijos varones pero le prometí a mi mujer que sólo me casaría
con una mujer más bella que ella. Así que tenemos que encontrarla.
Todos se pusieron
manos a la obra. Buscaron en los rincones más insospechados. Y en todos los estratos de la sociedad.
Pero no la encontraron.
Y así fueron
pasaron los años y la princesa iba creciendo. Hasta que un día la niña que estaba
jugando de espaldas en el parque, se dio la vuelta y miró a su padre. Éste tuvo
por un segundo la sensación de estar observando a su esposa. Se quedó mirando a la ventana y se dio
cuenta de que era su hija, y en aquél momento fue como si se le hubiera abierto
el cielo y lo hubiera entendido todo.
No necesitaba a
ningún hijo más, sólo la quería a ella. No quería descendencia. Pero un día
cuando dejó de buscar una mujer, el amor llamó a la puerta.
Una preciosa mujer
de cabello largo castaño, ojos azules y con los dientes blancos como perlas
llamó a la puerta del palacio para buscar cobijo durante un día. El Rey que era
muy hospitalario no se lo pensó dos veces.
Pasaron el día
juntos, no paraban de reir. Y se dio cuenta así de que era la mujer de su vida.
Salió a hablar con su hija y le dijo:
- Cariño tu ya tienes 15 años,
todavía eres jovencita pero Dios me ha mandado una iluminación. A tu madre le
prometí en su lecho de muerte que me casaría solo con una mujer más bella que
ella, y hoy al ver a Lucrecia me he dado cuenta de que me he enamorado y que me
quiero casar con ella.
La princesa se
puso muy triste, porque no quería compartir a su padre con nadie más. No
entendía por qué su padre tenía que casarse tan pronto sin a penas conocerla.
La princesa en un
principio pensó que su padre se había vuelto loco o que estaba de broma. Ésta
le dijo que no quería. Su padre le
contó todo lo que había hablado con la madre la noche en que murió.
En ese momento le
dio la medalla de la madre y le contó todo lo que le había dicho; que le daría suerte y que le ayudaría. Y le
dijo que bueno, viendo que eran señales del destino ni ella ni él, podrían
decir que no. Así que al plazo de dos años se casarían. Y mientras tanto lo que
harían sería anunciar públicamente la boda. La pobre princesa, le pidió a su
padre que le diera una noche para darle una respuesta, así que se fue a su
habitación y estuvo toda la noche pensando.
Al día siguiente
fue a hablar con su padre, porque pensó que había encontrado la solución para
quitarle eso de la cabeza o por lo menos para darse más tiempo. Y le dijo: -
Padre, como cualquier chica seguro que le
gustaría tener regalos de prometida. Pienso que un buen regalo sería un vestido tan dorado como
el sol, otro vestido plateado como la luna y un tercer vestido tan brillante como
las estrellas, a lo que el rey le dijo: - así será.
Y la chica le
dijo, bueno pues cuando tengas todos los vestidos aprobaré la boda. Y el rey le
dijo que no había problema y mandó mensajeros, sastres, a todas partes del
mundo, para que trajeran el oro más fino y los convirtiera en el hilo de oro
más fino para hacer el vestido más bonito , que buscaran la plata más blanca ,
brillante y pura para hilarla y hacer el vestido tan plateado como la
luna, el platino más blanco,
brillante y maravilloso para hacer el vestido tan brillante como las estrellas
y los diamantes más puros, para engazarlos y que ese vestido fuera realmente
preciso.
Al cabo de un año ya
estaban hechos los tres vestidos. Al darse cuenta de que al padre no se le
había olvidado todo este tema, la niña se agobió mucho. Recibió los tres
vestidos y el padre anunció el compromiso. Ella dijo: - padre, me gustaría,
antes de que os caséis que tena el último regalo de bodas, como es un regalo de bodas que te va
costar mucho tiempo, te lo voy a decir ya.
Y le dijo: -como
regalo de bodas, seguro que quiere tener un abrigo que esté hecho con un
trocito de todas las chuches que existen en el mundo, es decir quiero un abrigo
de toda clase de chucherías. El rey le dijo que así sería.
Así que mando a
todos los sirvientes hacerle el
abrigo a la futura reina.
Al cabo de un año,
año y pico, el rey se lo enseño a su hija, el abrigo era muy grande porque hay muchas
clases de chucherías.
Le llegaba hasta
los pies, tenía muchísimo vuelo, unas mangas largas que además podría doblar y cubrirle los brazos, tenía una
enorme capucha. Era un abrigo raro, pero los sastres lo habían sabido combinar
muy bien , y resultaba curioso incluso bonito.
Cuando, la
protagonista de nuestra historia se fue a su habitación y pensó que al día
siguiente se iba a anunciar la
boda, y que en el plazo de una semana y media se iban a casar… decidió irse del
castillo.
Así que recogió
los vestidos (los tres), cogió la cadenita, con los tres objetos , el abrigo de
chuches, se recogió el cabello en una trenza, se tapó, y se tildó la cara y las
manos (ya que era muy blanca debido a que era una princesa), y por la noche se
escapó y se fue al bosque.
Cuando llegó al
bosque ella no sabía nada de orientación, solo sabía que podía seguir al
Sol pero también pensó que los
soldados la irían a buscar y sobretodo de día, ya que por la noche con las
antorchas la luz casi no se ve. Entonces ella decidió dormir durante el día y
andar por la noche y que iba a intentar siempre seguir al sol, hacia el este,
porque si no acabaría dando vueltas al bosque y su padre la encontraría.
Y así lo hizo,
tapada con el abrigo de todas clase de chuches se fue al bosque. Durante el día
dormía normalmente en los alto de una rama (que estuviera seca) y por la noche caminaba
sin parar, por que al principio no sabía de donde salía el sol.
Pero un día que ya
se estaba quedando dormida, porque empezaba a amanecer escuchó perros, trompas,
caballos, voces y dijo: -¡Una cacería!
Los perros enseguida olieron algo
especial. La chica llevaba mucho tiempo en el bosque muchas, muchas lunas, el
caso es que olía fatal.
Estaba escondida
en el hueco de un árbol y tapada con el abrigo de todas las clases de chuches
pero los perros llegaron hasta donde estaba ella.
Decidió salir de
esta de alguna manera, así que comenzó a gritar…
¡Por favor por
favor, no me matéis. No hago daño a nadie, dejarme aquí!
Y oyó voces
humanas, diciendo: -vamos a llamar al príncipe. En el momento que ella escuchó
voces, pensó que no eran los soldados de su padre pero tenía que tener cuidado,
porque si el príncipe conocía a su padre, seguramente le devolvería al castillo
y la boda se celebraría.
Ella decidió
hacerse la loca, le preguntaron:- ¿Quién eres? ¿Como te llamas? Y ella solo
contestaba: - no lo se, sólo soy una niña asustada. Pero, ¿De dónde vienes?
“Soy una niña asustada, no voy a haceros daños dejadme en paz”.
Entonces los
cazadores y el príncipe la sacaron del árbol, intentaron quitarle el abrigo,
pero ella gritaba y se ponía como una loca, solo pudieron verla el rostro, y
descubrieron que era una joven, y dijeron: - No la vamos a dejar aquí, la
dejamos en el palacio y que trabaje como doncella, con supervisión de alguien
que la cuide y por los menos está alimentada y podrá trabajar en las cocinas.
Pero “toda clase
de pieles” cada vez que la intentaban quitar el abrigo, chillaba. Así que la
dejaron con él, y la llamaron “TODA CLASE DE CHUCHES”.
Llegó al palacio
del príncipe, a las cocinas, y se puso a trabajar ayudando al cocinero, pero le
tuvo que enseñar a cocinar, porque ella no tenía ni idea.
Pasó el tiempo y
el cocinero se encariñó mucho con ella. Todo parecía que iba muy bien, excepto
que nunca se quitaba el abrigo. Todos pensaban que estaba loca.
Pasó el tiempo, se
relajó un poco y se hizo amiga del cocinero. Éste la trataba como una hija.
Ella no echa de
menos su vida, pero si poder hablar con alguien y contar quien era realmente.
El caso es que
según va pasando el tiempo, la reina madre, decide que ya llega el momento de
que su hijo se case, y decide celebrar tres días de fiesta para encontrar una
mujer para él.
Toda clase de chuches, que ya había visto al príncipe muchas veces por los pasillos del
palacio, y que se había enamorado de él, empieza a pensar en todas las
artimañas que puede utilizar para acercarse. Entonces cuando llega la primera
noche de baile, le pide al cocinero si puede subir y ver la fiesta escondida detrás de una columna, porque
ella, nunca había visto ningún baile y haría mucha ilusión. Al final la deja
ir, pero le dice que se de prisa, porque por la noche el príncipe antes de irse
a dormir, siempre se toma una taza de caldo, y como él está muy ocupado con la fiesta, lo va a tener que
hacer ella, así que asiente y se va. Toda clase de chuches fue a su habitación y
se puso un vestido tan dorado como el sol, y se presentó en el salón del baile.
El príncipe se pensó que estaba viendo un ángel.
Así que bajó al salón
de baile para bailar con él. Éste
descubre que además de ser muy guapa puede ser de la realeza por como habla,
por como se comporta, y aunque ese primer día se ve obligado a bailar con otra
jóvenes para no quedar mal, en la que realmente se fija es en ese pequeña
muchacha. Y además en ningún momento le dice como se llama ni de que reino es.
El salón poco a
poco se va quedando vacío y se da cuenta de que tiene que volver. Se va corriendo a su habitación se
quita el vestido tan dorado como el sol, se pone el abrigo y se baja a la
cocina. El cocinero le echa la bronca: -¡ Haz el caldo del príncipe!
Esta se dispone a
hacerlo pero además le echa la medallita del la Virgen y se lo sube a la
habitación. Llama a la puerta, el príncipe abre, coge el cuenco le da las
gracias y se toma el caldo.
Cuando al príncipe
le quedan solo unas cucharadas se da cuenta de que hay algo en el fondo. – ¡Una
medalla de la Virgen!. Gritó sobresaltado.
¿A quien se le
habrá caído?, la limpió y la dejó encima de la mesa.
Segunda noche de
baile, exactamente igual sólo que esta vez se pone el vestido tan plateado como
la luna.
Y cuando llega la
hora prepara el caldo se lo sube y mete la Rueca de hilar. El príncipe piensa que una vez, vale
que se le haya caído, pero que dos ya es demasiada casualidad. Y además le
parecen objetos muy femeninos para ser del cocinero. Así que, ni corto ni
perezoso bajó a las cocinas. Allí solo se encuentra al cocinero porque toda
clase de chuches se había ido a dormir.
Así que le
pregunta: ¿Has sido tú el que ha hecho el caldo? El contesta: -Sí, sí claro
como todas noches majestad; y dice: -¿Y no se le ha caído nada en el
caldo…? - No, no, a mi nada, ni
ayer tampoco… no.
El príncipe se va
a dormir con sus pensamientos, llega la tercera noche. Y la princesa sabiendo
que era la última oportunidad para enamorar al príncipe pide permiso al
cocinero y éste le dice: -Hoy que es el ultimo día tienes que venir pronto no
te pases de tiempo. La princesa asiente con la cabeza y corriendo se va a sus
aposentos. Se lava, se perfuma, se pone el tercer vestido, tan brillante como
las estrellas.
Baja corriendo por
los pasillos largos del palacio que en este día se le hacían interminables.
Entra en la sala y nada más abrir las enormes puertas del palacio, el príncipe
ya tenía la vista clavada en la pequeña princesa. En ese momento se olvida de todo, y solo tiene ojos para
ella.
Pero de repente a
lo lejos, observa unas caras que le resultan muy familiares. Y como despertando
de un sueño recuerda a su padre, la boda y su huida. Empezó a temblar no quería
volver a casa ,quería al príncipe y sabía que si se llegasen a enterar sería
imposible estar con él.
.
Ella pone todo su
empeño en irse pero el príncipe la agarraba de la mano con cariño. Quería estar
con ella toda la noche. Pero ella
consigue convencerle diciéndole las últimas palabras antes de marchar: -Nos veremos
pronto.
De forma que
cuando llega el momento de irse para hacerle el caldo del príncipe, se da
cuenta de que es súper tarde así que no le da tiempo a cambiarse y se pone el
abrigo por encima de toda clase de chuches.
Tampoco le da
tiempo a tildarse la cara ni las manos.
El cocinero
histérico le pide que prepare el plato y ella se dispone. Y sin pensarlo dos
veces, le echa el anillo de su madre y el cocinero le dice súbele eso al
príncipe.
Iba por el pasillo
muerta de miedo. No quería encontrarse por nada del mundo con su padre. Así que subió corriendo las escaleras
pero con mucho cuidado de no hacer ruido, ni crear ninguna sospecha.
El príncipe como
todas las noches, abre, pero esta vez fue diferente pues no sólo se limito a
abrir y coger su cazo si no que esta vez la invito a pasar.
Le dijo: - Pasa
que como se ha hecho tarde me lo tomo y así ya te lo llevas. Ella le contestó:
- Bien majestad.
En ese momento se
sienta en frente de ella, se coge el caldo y empieza a beber muy despacio, y
mirándola todo el rato. Ella no le mira pero nota como unos ojos se le clavan
en el rsotro.
El príncipe muy
despacio y con mucha parsimonia se toma el caldo, hasta que por fin suena lo
que hay en el fondo. Y el príncipe dice: - ¡Uy! parece que hay algo en el fondo.
¿Sabes lo que es esto? –No, le responde.
Entonces se
levanta y se va acercando a ella muy, muy, muy despacio y le
dice: ¿Seguro que no lo sabes?... Míralo por favor.
Ella mira y dice:
- no sé que es majestad…
Entones el
príncipe le dice: - Yo sí se lo que es… entonces ella lo mira y el príncipe le
sonríe le quita el abrigo, la ve, y le dice: - “Esto que tu has dejado caer en
mi cuenco, es el compañero de
éste” (Y le enseña que mientras la estaba cogiendo la mano para que no se
marchara le había puesto un anillo en el dedo.)
“No se quien eres,
nunca me has querido decir tu nombre, pero ahora se que no eres una criada,
pero no me importa que lo fueras porque tu eres la mujer de la que me he
enamorado y con la quiero pasar el resto de mi vida, ¿Aceptas?
Y ella respondió:
“Sí, acepto”;
En ese momento
comprendió el sentido del amor. Entendió que el amor existe y que no puedes
elegir de quién te enamoras. De repente sin saber por qué empiezas a fijarte en
esa persona y te das cuenta de que no quieres estar con nadie más porque cuando
estás con ella desaparece el resto del mundo.
Le explicó todo lo
que había pasado al príncipe. Le
costó entender por que había echo eso pero al final la comprendió.
Juntos buscaron a
su padre.
Cuando la vio no
se lo podía creer, su niña que había desaparecido la tenía ante sus ojos más
bella que nunca.
Le dio un abrazo y
entre sollozos y lágrimas le pidió perdón y que nunca volvería a pasar.
Así es como se
celebraron en el mismo día dos grandes bodas reales. Y fueron felices y
comieron perdices
“Colorín colorado
este cuento se ha acabado”
FIN.
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ResponderEliminarEdad de los destinatarios: Primer ciclo de Primaria.
Tenemos que tener en cuenta, que si fuese un libro realmente editado el tamaño de la letra sería de 16- 18 Arial. Y con muchas más ilustraciones.
Cosas que he cambiado:
1º Incesto. El padre no se quiere casar con su hija. En mi historia encuentra al amor de su vida. Ya que no me parece un tema adecuado para niños de esa edad.
2º He reducido el texto. Para que no se haga extenso y pesado
3º No se llama Toda clase de pieles. Es toda clase de chuches.
4º Final: Se hacen dos bodas reales en el mismo día. He cambiado el final, porque al final la niña entiende el sentido del amor. Encuentra a su padre. Y entonces deciden hacer dos grandes bodas reales.
No he cambiado:
1º La protagonista no puede cumplir algo que su padre le exige
2º Huye llevándose los recuerdos de su madre y los regalos de su padre
3º Vive por sus propios medios ocultando su identidad, y luego es encontrada y llevada a un lugar donde nadie sabe quien es y trabaja muy por debajo de su clase social.
4º Se enamora del chico y escoge el momento justo para jugar con su doble identidad (princesa y sirvienta) y lograr que él se enamore de ella.
5º Cómo descubre el príncipe que Toda clase de chuches es una princesa.
Con el comentario que has añadido está perfecto. Veo que has leído las correcciones de Andrea...
ResponderEliminarJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
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